Danza libre: encuentro con el alma

Rescato este artículo de mi anterior blog. Mi primer encuentro con la danza libre fue hace casi cuatro años. Conocí a Nuria Banal como profesora del módulo de expresión corporal del Postgrado. Allí, comencé a contactar con algo de mi cuerpo, algo que parecía distinto. Ya había trabajado con el kundalini yoga, el morfoanálisis y la antigimnasia (de la gran Therese Bertherat).  Una vez finalizado le pregunté qué tipo de danza creía que me iría mejor según su perspectiva, ya que me había visto danzar durante seis sesiones.

Me dijo que la danza libre -y creativa-, ya que estructuraba, combinaba la improvisación con la parte coreográfica. Por aquel entonces yo no sabía nada sobre la danza libre.

Empecé tímidamente los martes de ocho a diez de la noche. Allí me encontré con personas de todas las edades. Y no solo eso, si no con coreografías y movimientos estructurados e improvisaciones danzadas que partían de la metáfora, la naturaleza o el mundo simbólico. ¿Qué me pedía Nuria Banal cuando hablaba sobre movimiento orgánico o movimiento respirado? ¿Qué me pedía cuando abordaba el animal simbólico? ¿qué me pedía cuando hablaba del eje, del contacto de los pies con el suelo? (porque se danza con pies descalzos durante todo el año). ¿Porqué la mayoría de piezas eran de piano?

La relación con mi cuerpo y conmigo mismo siempre ha sido compleja. Estoy en permanente construcción de mi esquema corporal. Intentando conocer mi cuerpo a través de la sensación y no del intelecto. Llegando a tener momentos en que no siento mi propio cuerpo. Y otros en que percibo partes, reflejos en cristales, sombras… No es algo que me suceda a mí, si no a toda persona hija de esta tierra llamada humanidad. El cuerpo no se conoce, y el cuerpo no solo está para ser «sentido» si no que el cuerpo está para ser «habitado» y como toda casa, no siempre la distribución de muebles que tiene es la más idónea, cómoda, etc.

François Malkovsky Photo Jean Hermann 1960 (creador de la danza libre)

La danza libre invoca a la  sensación, cuerpo, movimiento respirado y un cierto apagado de los fogones mentales. Digo cierto porque busca la raíz, la base, el apoyo, el eje, la modulación hasta lograr mi propio eje aún cuando este esté desviado.

Así estuve el primer año descubriéndome, enfadándome porque no me salían las coreografías o porque no me sentía suelto o contento porque las emociones con las que entraba en clase cambiaban al salir. Justamente eso sucede en arteterapia, que se entra en el espacio simbólico y protector de una sesión con sensación de querer comunicar algo, y se sale, siempre, de otra manera. Habiendo comunicado, mediante lo que no se sabe, en la producción, el enigma.

En septiembre de hace dos años me apunté a la formación de dos años en danza libre . He transitado durante este tiempo por el la danza contact, el método feldenkrais, movimiento consciente… La danza libre, al igual que cualquier otro arte, es para toda la vida. Se danza para vivir. Cabe decir que la profesora de Nuria Banal, Annie Garby (de 83 años) sigue danzando y dando clase en la actualidad.

Cuando danzo estoy más en mí en mi propio yo, esa parte esencial que está oculta bajo capas y capas. Cuando danzo, estoy en presente, allí, mostrando mi fuerza, mi debilidad, mis posibilidades, mis límites, mis miedos.

¿Para quién danzo, para el universo o para mí mismo? En este momento de mi vida danzo para comunicar algo de lo interno al resto, igual que pinto o escribo. Es una expresión que me ayuda a vivir, me nutre y me da oxígeno. Y no sabría hacerlo de otra manera.

En un tiempo de incertidumbres y de certezas discursivas de la ciencia positivista, dónde todo parece claro, debe ser estudiado y observado y toda hipótesis consensuada y delimitada, la danza, como la poesía, sigue su propio recorrido y trayecto. Se acerca más al mundo onírico, sin dejar de tener una base terrena, el cuerpo, que cómo la tierra, tanto acoge, como precipita al hoyo.

En arteterapia no se busca la verdad, en la danza libre  tampoco, sin embargo se busca lo genuino, lo singular, lo propio, despojado de toda represión y censura, aquello que se asoma a veces y vuelve a desaparecer en la inmensidad de un discurso que protege con celo aquello de lo que no se puede hablar.

En danza y en arteterapia, como digo muchas veces, aparece la muerte, la vida, la tragedia, el humor, la ironía, y lo desconocido. Brindar esa posibilidad , creo que nos hace más humanos y menos encorsetados. Es una ampliación de la mirada y del alma. Y sin ser una salvación, la danza y el arteterapia, ayudan a navegar, o por lo menos a sostenerse, mientras se encuentra la propia brújula y responsabilidad ante la vida.

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