Reflexionando sobre la simbolización acompañada

Este artículo nace a partir de reflexionar sobre el texto “La creación como proceso de transformación” del arteterapeuta, psiquiatra y dramaterapeuta Jean-Pierre publicado en 2006 en la revista Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social.

No voy a hacer un resumen de lo que aparece en el artículo, sino una especie de reflexión sobre lo que aporta este texto en mi manera de trabajar la arteterapia.

Uno de los aspectos que señala Jean-Pierre Klein es que la arteterapia es un proceso de simbolización acompañada. Este hecho es importante, porque los seres humanos para aprehender y para socializarnos vamos integrando el mundo a partir de sus símbolos, muchos de ellos arbitrarios (como por ejemplo que el color blanco se llame blanco en lugar de marrón, cadera o esperanza).

Por lo general no aprendemos a simbolizar solos y solas, tenemos distintas instituciones que se encargan que desde pequeños vayamos adquiriendo destreza y de alguna forma descifrando el mundo tal cuál es (dentro de la concepción de realidad que cada cultura aporta y delimita) en un sentido.

En la línea de arteterapia que trabajo, bebe de las teorías sobre arteterapia de Jean-Pierre Klein. Aquí quisiera destacar que para mí no es la única línea posible, ni tampoco se trata de un gurú, un guía o “la verdad”. Se trata que para mí la propuesta de Jean-Pierre Klein tiene una fuerte carga ética y política.

Él centra su discurso en algo que aplico en las sesiones y es que la persona se olvide de sí misma, de su yo biográfico y pase a centrarse en el él. Esto significa que hay algo más importante que la persona, su biografía, su malestar y sus síntomas: la producción.

Si la persona viene a un arteterapeuta, en lugar de ir a un psicólogo (ambas profesiones son completamente compatibles, útiles y necesarias) es porque algo de su propio discurso cree que va a poder ser abordado de manera más profunda a partir de un proceso de creación.

Entonces, hemos pasado de que la persona, en un espacio arteterapéutico no hablará (preferiblemente) de qué le sucede en su día a día, si no que se le propondrá que dialogue con aquellos elementos que cree/produzca en ese espacio. De esta manera y como cabe suponer el paciente entrará con toda la irrupción de la realidad (trabajo, problemas, emociones, ansiedad) en la sesión de arteterapia y saldrá de otra manera, porque todo ello lo depositará sobre/entre/dentro de la obra. Y lo mejor de todo es que ese depósito será enigmático.

¿Qué quiere decir enigmático? Que no puede ser interpretado ni por el arteterapeuta ni por el paciente. El arteterapeuta puede tener una orientación de la disposición del paciente pero en ningún caso la comunicará, puesto que no deja de ser una interpretación que no tiene porqué concordar con la realidad plástica de la obra. Y además ¿De qué sirve comunicar a un paciente sobre su propia realidad a partir de la obra si lo interesante es que el paciente pueda trabajar en su obra para dotarla cada vez de mayor intensidad?

Y aquí viene lo interesante, y es que como resalta el texto, existe una gran diferencia entre lo que la persona imagina que puede hacer. Puede imaginar una casa de cartón fabulosa, con puertas, ventanas, colores luminosos, y lo que realiza una vez materializa esa idea. Entre lo que uno imagina y lo que uno crea hay una brecha y esa brecha es el vacío. Jamás se pondrán de acuerdo.

Precisamente porque se apoya en el “el” no habrá que darle un golpe directo al síntoma, diciéndole al paciente que hable de su duelo reciente, de su problema de pareja, de su situación. Si no que se desplazará, como he dicho antes, a la producción y se hablará de la producción.

En ese proceso de creación de una producción a otra, se va generando algo y en esa rueda, que semana tras semanas va creándose, disminuye el yo del paciente, para emerger el yo del autor, la autoría.

El arteterapeuta en este caso, y no lo he dicho en otros textos, pero este me ha llevado a reflexionarlo, como dice Jean-Pierre Klein, mediará entre el paciente y la materia. Porque como podéis imaginar, y como a mí me ha pasado, se lucha con la materia. La materia no es fácil. Yo mismo he luchado y lucho queriendo que un material adquiera una determinada forma sin lograrlo. No se trata de dejar al paciente abandonado a su suerte, si no acompañarle para que esa forma que quiere lograr pueda realizarla, pero entendiendo que tiene una amplia gama de materiales y que quizá tenga que probar desde otro lugar hasta lograr algo que se acerque un poco a lo que imagina.

Para mí es muy interesante e importante que el paciente se responsabilice del lugar, de la frecuencia, de su propia terapia (ya lo comenté en el artículo sobre el marco simbólico). En el sentido del compromiso, respetando el horario, el tiempo, porque eso a su vez es una muestra de su respeto por su propio proceso. Entiendo que no siempre es fácil lograrlo, porque hay mil resistencias, constipados, situaciones familiares complejas, pero el hilo que conecta a un paciente a terapia es sumamente delicado y debe cuidarse. Porque la mayoría de las veces, aun cuando una persona pide ayuda, en realidad quiere mantenerse en la misma situación, porque es la situación que conoce, aunque le duela. Diría que hay que lograr con disciplina el respeto por la obra y por lo tanto consigo mismo/a.

En el mismo texto, Jean-Pierre Klein introduce la diferencia entre los DIP y los DIC. Enumera la importancia del DIP, centrándose en tres puntos. En sí mismo el Dispositivo de implicación personal permite que el sujeto figure de manera críptica en el enunciado sin ser por eso Sujeto de ese enunciado. Un poco lo que comentaba antes, el sujeto está en la obra, pero no desde el yo, si no desde el él. Si estuviera desde el yo, estaría demasiado pegado al discurso de sí mismo, y ese discurso ya lo conoce, y muchas veces, el discurso sobre lo que nos pasa, no alivia, a veces es improductivo y no permite que se instale un vacío, ni tampoco un cambio. Sin embargo al estar el paciente olvidado de sí mismo como paciente y centrado en sí mismo como autor, y como autor el interés centrado en la obra, abre un recorrido diferente que puede desembocar en la transformación de la obra.

Enumera tres DIP que son el eje central de la persona:

Primer DIP: la persona viene por algún motivo, hay algo de sí misma que reclama la asistencia a arteterapia.

Segundo DIP: Existe un dispositivo en el que figura un arteterapeuta, un espacio, un horario y propuestas para acompañar un viaje imaginario. En este punto quiero rescatar para mí la importancia de la ficción. Y la ficción para el ser humano es un eje central de su existencia. Pensemos en los libros, películas, videojuegos, cuentos, relatos, leyendas, dibujos, cuadros, en el arte. Todo ello es ficción, y como ficción no tiene fin práctico, no es como beber un vaso de agua o respirar y sin embargo no es imposible vivir sin ello.

Tercer DIP: El arteterapeuta tiene claro que acompaña la forma, escucha los problemas que se producen sesión tras sesión, propone y analiza el caso, se supervisa, realiza formación, y sostiene el proceso.

A veces me cuesta mucho poder transmitir este proceso, porque al vivirlo desde la experiencia es más fácil conectar los conceptos que aparecen. No son conceptos vacíos, sino que hay un proceso que se da.  Y que como aparece en el texto se logra una implicación que permite la evolución de producción en producción, trazando un camino simbólico, que de hacerse así, será terapéutico.

¿Para qué tenemos que enfrentarnos con un “yo” muchas veces basado en ilusiones si podemos trabajar con las representaciones en formas imaginarias del sí mismo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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