Entre paciente y arteterapeuta se construye una relación particular que no puede ser planificada de antemano.
Aunque sean posiciones asimétricas (no es lo mismo el rol del arteterapeuta que el rol del paciente o autor de la producción). Hay lineas de arteterapia que no están basadas en una posición de poder. Es decir, aquellas que sin cuestionar el saber del arteterapeuta, acortan la distancia con el paciente. No por hacer «un favor» al paciente sino recordando que lo más honroso para una persona es vivir con apegos lo más sanos, positivos, modulables que no estén basados en una situación de poder.
Un análisis de la práctica permite saber si los márgenes de relación estan teñidos por seducción (exceso de búsqueda de agrado por parte del arterapeuta), contratransferencia (parte de lo que le sucede al arteterapeuta se le traslada al paciente, cuestión que se aborda en supervisión). O puede suceder que el arteterapeuta no esté de acuerdo con la propuesta de producción del paciente o se sienta incómodo con el mismo.
No me cansaré de decirlo: un/a arteterapeuta no es un ser excepcional. No hay arteterapeuta infalible, mágico o todopoderoso. Somos personas humanas que erramos, cometemos errores y muchas veces no sabemos a ciencia cierta cuál es la dirección adecuada para el paciente.
Y todo esto que he dicho anteriormente no es negativo per se. Porque el conocimiento que nos otorga la formación y el ejercicio de la misma es conocer los límites, el encuadre y como acompañar la producción del paciente (y por supuesto al paciente mismo).
Ser honesto como profesional es conocer los límites de las llamadas profesiones de ayuda: mundo sanitario (enfermería, médicos, auxiliares de clínica…), educación social, trabajo social, psicología, terapia ocupacional, y un largo etcétera.
Centrándome de nuevo algunas veces me pregunto ¿Que me mueve de la obra del paciente? ¿Que me incomoda? ¿Que me agrada? ¿Quiero arrebatar la autoría de su obra pidiendole modificaciones de la misma que obedecen solo a mis deseos? Esa parte está motivada por mis deseos sería la contratransferencia y debe trabajarse en supervisión.
La transferencia sería aquellos lugares afectivos y emocionales en los que nos coloca el paciente. Son importantes también sus reacciones, demandas, descripciones sobre el trato que se le otorga, el tiempo de la sesión, la negación a realizar cambios en la producción… Todo este conjunto de síntomas habla. Y más importante es lo que habla en la producción, en el color, la construcción el uso de determinados materiales. Pero no habla suficientemente como para ser inteligible. Es a medida que pasa el tiempo que se pueden observar aquello que se repite en su manera de producir.
Y he aquí el misterio de un trabajo a dos. Porque de alguna manera el arteterapeuta a veces se puede colocar como coproductor de la obra, otras veces como editor, como testigo o testimonio, soporte y en algunos casos como la memoria del otro (especialmente cuando se trabaja con personas mayores o con demencias).
Esto es lo interesante de la arteterapia, que no hay recetas, se fabrica la producción y se construye el vínculo a veces sin saber hacia donde va.
Por eso es necesario dejar testimonio de las sesiones, describir lo que sucede y hablar de como me siento. Porque cuando estás cerca no puedes ver el recorrido. Y sobretodo dejar espacio para el misterio y la sorpresa. En atencion individual no siempre es necesario planificarlo todo, si no estirar de pequeños hilos, porque el motor, el verdadero motor de creación es el autor, y recordemos que el autor es aquí la persona que hace de rol de paciente.
Y para que pueda crear no hay que solucionarle todos los asuntos problematicos con respecto a lo material el primer día. Puede acompañarse en silencio y observar. Con el paso del tiempo y de la confianza se podrá dar mayor soporte o recordarle alguna cualidad material. No digo con esto que se deba dejar al paciente enfrentarse con un desastre matérico cuando ya se sabe que el agua y el aceite no combinan. Si no dejarle espacio para el error. Porque uno de los centros más importantes para la creación de una producción artística (y me atreveria decir vital) está en el error (llamémosle casualidad, serendipia o incluso lapsus). Esa acción por intentar plasmar una idea ponerle energía, visualizarla con claridad en la mente y al realizarla fallar el soporte, el color, la pintura o todo a la vez.
Entonces cada sesión es un encuentro y en cada encuentro hay un misterio. La persona ha vivido durante la semana emociones y circunstancias y hay que permitir que esa incertidumbre inicial pueda plasmarse en la obra, para que se sublime.
Porque algo que suelo decir es que el vínculo no puede basarse en un engaño. Si por ejemplo por lo que fuera, después de pasar por supervisión, y haberlo analizado no hay la buena distancia como para mirar al paciente desde el respeto, lo sano (y ético) sería derivar a ese paciente a otro arteterapeuta. Porque no es posible trabajar con todas las personas. El problema no es de la persona, el problema es que cada arteterapeuta debe reconocer sus límites, conocer con que tipologías puede trabajar y con cuáles no. Al fin y al cabo ser honesto.
Como dije antes no existe el arteterapeuta superhéroe o superheroína ni siquiera es bueno imaginarse que hay un profesional que «todo lo sabe». Porque ese supuesto saber supremo todo lo tapa, y taparía al paciente con su propia verdad. Cuando lo que proponemos es que recoja su testigo y produzca desde su singularidad.