Viajar es trasladarse de un lugar a otro. Pero no solo eso. Viajar es sumergirte en un simulacro en el que una parte de tu ser se desvanece. Es abrirte a una ladera desconocida, donde las convenciones que tienes asumidas se trasladan. Viajar es un desprendimiento de tierra.

Esta semana Santa decidí viajar acompañado a Bilbao bajo el reclamo de Louis Bourgoise. Hace dos años, si no recuerdo mal, me la imprescindible tesis sobre la artista realizada por Amaia Zurbano titulada Louse Bourgoise el Arte como mediador entre el artista y el trauma. Desde el minuto uno me enamoré de esta artista que desconocía. Poco a poco me he ido interesando más por ella. Como mis estudios de base no son bellas artes, tengo muchas lagunas a nivel artístico y normalmente en los museos me muevo más por inquietud que por trayectoria explicativa de la biografía artística.
Pero para que esto suceda tengo que estar abierto, receptivo y mirar más allá. La exposición versaba sobre las celdas que creó, pequeños microcosmos de la artista. Como arteterapeuta me interesa mucho las repeticiones que hacen en los artistas en su producción. Puesto que acompaño las repeticiones de las personas que hacen de rol de paciente.
¿Qué repeticiones había en la exposición? Alfileres, agujas, arañas, tela, espacios cerrados con huecos por los que mirar, sexualidad explícita, velada, cuidado y reparación, mucha reparación. Me interesa aquel artista que experimenta e investiga e intenta explicar su proceso, no para trasladarlo a la arteterapia, sino porque para mí el arte tiene tres direcciones básicas o por lo menos puedo decir que hay tres direcciones que me interesan:
- La dirección terapéutica: aquellos artistas que consideran que mediante un proceso de creación sanan alguna parte de sí mismos.
- La dirección educativa: aquellos artistas que vinculan su proceso artístico con elementos educativos o pedagógicos.
- La dirección crítica: Aquellos artistas que mediante su propuesta artística se posicionan de manera crítica con respecto a la situación política, social, económica, religiosa, etc. del lugar donde viven.
Puedo decir que no me interesa la noción del “arte por el arte” si no de un arte con una función que revierta en lo social.

Con todo y con eso mi principal dificultad es para un arte más clásico, me interesa el arte contemporáneo porque explora el malestar social de manera plural y con soportes y lenguajes artísticos diversos; instalación, pintura, fotografía, performance… Escucho muchas veces “no entiendo esta obra” “esto lo haría un niño de 5 años” pero el arte siempre tiene contexto, y una determinada visión o técnica aparece en un determinado lugar debido a que rompe o cuestiona algo del contexto. Por eso y siguiendo un poco las indicaciones de Imanol Aguirre y Fernando Hernández lo interesante es no es la noción de artista clásico que tiene un don innato, sino de un artista inserto en una comunidad. El artista solo, por sí mismo no logra nada si el contexto no lo permite.
Por eso para mí la noción actual de la persona o grupo de personas que se consideran a sí mismos artistas es en una visión en que yo los considero sobretodo investigadores.

Cuando entro en un museo, que no deja de ser un espacio de encuentro artificial, siempre entro con resistencias, porque no sé qué me voy a encontrar y eso no me suele gustar. Pero si me permito estar, quiero recorrerlo a partir de pequeñas pistas que toquen conmigo; intuitivamente.
Por ejemplo en el museo de bellas artes de Bilbao primero pasé por una exposición de arte renacentista y sin saber a dónde iba, conocí autores desconocidos que me dejaron sorprendido. Y pensé “quiero saber más”. Ese quiero saber más es el que deseo a despertar/recordar/invocar/agitar en las personas que se colocan como pacientes teniéndome a mí como arteterapeuta.
Y voy de un lugar a otro, siguiendo pistas como Hansel y Gretel para volver de camino a casa, y seguramente me pierda en mitad del proceso, me rapte una Bruja pero también pueda liberarme.
Segunda Parte (en construcción)

Un comentario sobre “Qué supone viajar (1a Parte)”