La caduca felicidad

Desde hará unos años me estoy volviendo más crítico con algunas vertientes del concepto «felicidad». Todavía no he formulado una idea clara al respecto pero suelo reflexionar y buscar posiciones diversas para intentar aclararme e intentar acompañar con una cierta coherencia. Este texto quizá se aleje del centro de atención de las terapias creativas, pero en la medida de lo posible lo conectaré con el propio ejercicio de las mismas.

El otro día cayó en mis manos un artículo del sociólogo, filósofo y ensayista Zygmunt Bauman titulado ¿Qué hay de malo en la felicidad? aparecido en la revista Claves de razón práctica, nº 189 del año 2009.  El artículo sobretodo se centra en la utilización del concepto de la felicidad vinculado al de consumo. Iré resaltando aquello que me parezca más interesante, recomendado como siempre leer el texto completo, ya que si no se pierde parte de la coherencia del relato.

En la página 9 del presente artículo aparece señalado las complicaciones de la búsqueda de la felicidad,  que (…) como tal, sabemos que es una actividad absorbente, erizada de riesgos, que consume la energía y castiga los nervios, lleva a una mayor incidencia de depresiones mentales, sin duda gastaremos más dinero, pero en antidepresivos.

¿Porqué seguimos abocados a una búsqueda desaforada de la felicidad? ¿Porqué esa comercialización de la felicidad? ¿Es acaso la felicidad un determinado objeto, un amplio conocimiento o  tal como nos señala Bauman algo inasible para el mercado (10:2009) la mitad de los bienes cruciales para la felicidad humana no tienen precio de mercado y no se venden en las tiendas. 

Entonces la felicidad parece que reside sobre una falta, una incompletud, y ahora mismo va vinculada a aquello que no tengo, consigo, etc. Pero ¿De qué manera la felicidad se relaciona con el consumo? Por su necesidad de acceder a la demanda lo más rápido posible.  Es la inmediatez por colmar la demanda [hace poco se ha inaugurado un supermercado sin cajeros en el que comprar es más fácil que nunca]. Que en el artículo se vincula con la inmediatez de la compra. Debe ser fácil, rápido, para que no perdamos el tiempo y «ganemos» tiempo de otro tipo. ¿Tiempo para qué?

Entonces, lo que ganamos es tiempo, por un lado el tiempo de acceso a aquello que deseo que debe ser corto, y por otro lado la innecesaria y aburrida tendencia a consentir un tiempo de espera.  Una batalla entre inmediatez y espera, precisamente en el anterior artículo lo titulé Quietud, porque recuerda que existen otros ritmos posibles tanto para la percepción, el tiempo psíquico y la acción misma de realizar actividades cotidianas y profesionales.

Pero hay algo que se escapa, hay algo que entre la inmediatez y la espera no estamos realizando. Para Bauman (11:2009)  el orgullo del «trabajo bien hecho», de la destreza, la inteligencia o la habilidad en la realización de na tarea complicada o la superación de un obstáculo indómito [desaparece el gozo por el instinto profesional] esta condición vital de la autoestima, tan difícil de reemplazar, así como también la felicidad generada por el respeto hacia uno mismo. 

¿Y qué se rompe en el abismo del discurso neoliberal? Se rompen las relaciones basadas en el compromiso, si todo es un intercambio de bienes, cuando una relación ya no interesa se puede comprar otra.(11:2009) Los mercados han detectado perfectamente la oportunidad de capitalizar el impulso al sacrificio, fiel compañero del amor y la amistad.

Entonces pasamos de una sociedad que coopera (o bien que puede cooperar, negociar o desentenderse de)  conseguir objetivos grupales, a una sociedad que se mira el ombligo y que no logra mantener en el tiempo un cierto hábito, que no puede tolerar el no conseguir lo que pretende al momento.

¿Qué afectaciones puede tener esta lógica en el ámbito de las terapias creativas?  Una de las cuestiones que pienso a veces sucede en terapia es por un lado la contemplación del problema de manera individual.. No quiero decir con ello que no sean necesarias las terapias individuales, que lo son y mucho, pero también es necesario que la persona esté insertada en un tejido social y que pueda mantener relaciones de compromiso para no seguir alienada en su propio ego y ver su vida como un drama constante que solo le sucede a él/ella. 

La persona que viene a un espacio de arteterapia es responsable de las decisiones que ha tomado en la vida, de sus propios síntomas, de sus deseos y sus miedos. Pero esta persona, como he comentado, está inserta en una sociedad, en una determinada época histórica, y leerla y acompañarla desde la particularidad del vínculo, no debe impedir poder hacer una lectura global de qué afectaciones discursivas y sociales está padeciendo. Sabiendo que las mismas lógicas discursivas también atravesarán al/la arteterapeuta.

Porqué el problema de no mirar la lógica, es que se olvida parte de los síntomas sociales que se permiten en este momento.

Por otro lado, Bauman (12:2009) señala que uno de los problemas en la búsqueda de esa felicidad es que los objetos en seguida pierden su atractivo, y deben ser sustituidos por otros nuevos y mejores siendo imposible alcanzar la felicidad en la misma compra.

Es posible que la persona, busque en el tratamiento desde las terapias creativas un alivio sintomático inmediato, un cambio, un giro total y completo en su vida, y si ese alivio no se produce con la misma facilidad que paga con tarjeta de crédito, decida no seguir el trabajo terapéutico.  Además, envuelto y envuelta en esa prisa, en esa promesa de encontrar EL/LA TERAPEUTA PERFECTO/A, la imagen de insatisfacción y descrédito se instala al ver a un TERAPEUTA HUMANO E INSATISFECHO Y BARRADO…

Encontrarse de repente con que su realidad (psíquica) no se corresponde a la realidad discursiva-social-mediática que debería poder conseguir para si mismo/a. Además de ese empuje a la promesa de la curación total, del bienestar pleno, que también vende a lógica el sistema, como un objeto de satisfacción total.  

Porqué si todo puede conseguirse, si todo puede lograrse, la persona puede llegar a sentirse altamente fracasada y altamente frustrada. Pero ¿Cómo ofrecerle a la persona un espacio cálido, de respeto y no juicio sin ocultarle la incertidumbre del propio proceso de vivir?

Quizá el compromiso y el sacrificio y la constancia hagan posible un cambio más anclado en la «realidad» que en la «fantasía». Siempre y cuando, y esta última cuestión es muy difícil, el/la arteterapeuta no se coloque como sabedor de todo, como experiencia totalizadora, si no como una oreja, una persona que anima a crear con objetos y materiales, que sostiene la construcción plástica, y que sabe de la dificultad de vivir pero también de que la particularidad de ese sujeto le permitirá sostenerse en la vida.

Bauman rescata, en la parte final de su artículo,  la dificultad del hecho de vivir pero lo ancla con el principio de realidad y fantasía (18:2009)

Nuestra vida, tanto si lo sabemos como si no, y tanto si nos gusta esta noticia como si la lamentamos, es una obra de arte. Para vivir nuestra vida como lo requiere el arte de vivir, como los artistas de cualquier arte, debemos plantearnos retos que sean (al menos en el momento de establecerlos) difíciles de conseguir a bocajarro, debemos escoger objetivos que estén (al menos en el momento de su elección) mucho más allá de nuestro alcance y unos niveles de excelencia que parezcan estar tozuda e insultantemente muy por encima de nuestra capacidad (al menos de la que ya poseemos) en todo lo que hacemos o podemos hacer. (…) La incertidumbre es el hábitat natural de la vida humana, si bien la esperanza de escapar de esa incertidumbre es el motor de nuestra búsqueda vital (…) esto explica por qué la felicidad «genuina, verdadera y completa» siempre parece encontrarse a cierta distancia: como un horizonte que sabemos que se aleja cada vez que intentamos acercarnos a él. 

 referencias:

BAUMAN (2009) ¿Qué hay de Malo en la felicidad? revista Claves de razón práctica, nº 189 del año 2009 [enlace]

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