
No siempre es posible hacer un taller de arteterapia. A veces lo que se hace, bajo el nombre de arteterapia, es un taller de expresión o creación, a lo sumo un laboratorio o como aborda María Navarro (arteterapeuta) en su investigación; un boceto.
Este es el caso de una de las sesiones del Rizoma de los rumores. Acudí con Nuria Banal (arteterapeuta) al Centro Cívico de Sarriá para realizar el taller del Rizoma de los rumores . En este caso se realizó un taller de creación/expresión. ¿Por qué? Por dos elementos: Se requería de una sesión de dos horas (el límite del tiempo es importante, no hay transformación sin tiempo) y por tamaño del grupo, 22 niños de entre 8 y 11 años.
Es un reto adaptar un taller que está pensado para hacerse en varias sesiones. Si bien es cierto que el afán del arteterapia no es hacer un taller tipo, si no escuchar al grupo, escuchar a cada persona del grupo, adaptar el recorrido simbólico y la secuencia a las necesidades que se planteen.
Haría mal en decir que se puede hacer siempre arteterapia. Haría mal porque faltaría a la verdad. Me encuentro con que la mayoría de talleres de arteterapia son talleres de expresión, creación o laboratorios artísticos. Eso no es menospreciar ni a la arteterapia como propuesta terapéutica, ni a los talleres de expresión, creación o laboratorios artísticos. Esto es hablar sobre una realidad; la arteterapia cuenta con distintas epistemologías, metodologías y marcos teóricos que hacen que lo que para unas personas sea arteterapia, para otros no lo sea.
¿Qué elementos aparecen en un taller de arteterapia para que pueda ser denominado así?
- Un/a arteterapeuta
- Un grupo, personas o institución que demanda un proceso arteterapéutico
- Un objeto de producción (ya sea mediante la danza, la escritura, la voz, la plástica…)
- Un tiempo y espacio reservado y confidencial
- Una historia clínica con respecto a la producción de cada persona participante
- Un espacio dónde preservar y guardar de la mirada externa las producciones
- El/la arteterapeuta debe hacer supervisión de su trabajo y análisis del proceso
A partir de aquí, cada arteterapeuta recurre a unos métodos u otros, según su manera de ser, carácter, etc. Donde unos programan una serie de actividades fijas que aplican de manera estándar a todo tipo de personas; otros -es mi caso- trabajamos con lo que surge producto del enigma -como en muchas ocasiones dice Nuria Banal- .
Un arteterapeuta, no es un animador social, no es una persona que viene a levantar el ánimo o a hacer una pantomima. Es una persona que escucha, que atiende y que cree en la realidad de su trabajo, sin saber de recetar y con capacidad para sostener aquello que forma parte de la incertidumbre.
Un arteterapeuta no es un traductor de obras, yo no tengo una varita, ni quiero tenerla, para traducir aquello que aparece en un dibujo. Puedo plantear -y de hecho planteo- hipótesis, sobre aquellas formas, colores, estilos que se repiten, pero no señalaré que un determinado elemento -un árbol por ejemplo- simboliza al padre, o que una roca los elementos dificultosos de una persona. Cada persona utiliza sus propias, singulares y únicas metáforas para transitar por la vida, por lo tanto, cada persona dibuja, danza y vocifera con sus propias metáforas. Es trabajo del arteterapeuta, acompañar esas metáforas, en el trabajo de simbolización, para que la persona pueda seguir produciendo, hasta transformar la producción y a la vez tener un efecto sobre si de transformación, más allá del síntoma que le haya hecho venir a la consulta del/la arteterapeuta.
Queda mucho camino por recorrer, y este es uno de los afanes del blog, expresar la necesidad de regular esta profesión y darle valor. Somos los/las arteterapeutas, que podemos exigir un mínimo sin el cuál no se puede llamar arteterapia. Me veo en la necesidad de comunicar, de la manera más pedagógica y clara posible, ante instituciones y personas que es arteterapia, para que no quede en lo social la idea del pinta y colorea mandalas y eso te sanará.
Lo que sana, si es que hay algo que sane, es que la persona pueda expresar, mediante sus propios símbolos, aquello que ha construido mediante síntomas. De igual manera que un síntoma es una construcción compleja difícilmente traducible, una metáfora no tiene por que ser traducida, tiene valor por si misma.
Basta de opiniones simplistas, que intentan generalizar al ser humano, denominarlo como si fuera una máquina y de discursos capitalistas que igualan lo diferente e universalizan los síntomas y las maneras de estar en el mundo. Quizá por eso la arteterapia puede decir: No necesito que hables sobre ti, si no que hables sobre la fantasía, sobre los personajes que estás inventando en la sesión, que te puedas sorprender al ver cómo un objeto que hiciste la semana pasada, esta semana lo ves diferente, de tu relación con los materiales, de cómo continuar esa obra que hiciste con barro, etc. Esos retos cotidianos, que parecen nimios, son un camino posible en el encuentro con los fantasmas y virtudes de uno mismo. Aquí tu eres el centro de la creación, y no el discurso de lo que debes ser según lo social, tus padres, los más media o quién fuera que te criara.
Actualización: Quisiera agradecer a Isabel Soler (arteterapeuta y compañera) por enviarme un e-mail corrigiendo errores gramaticales del artículo. A veces no soy consciente de los errores gramaticales y sintácticos que hago en este y otros artículos. Así que si os chirría algún error no dudéis en escribirme. Gracias Isabel!!! Eres un sol!