Durante el año 2013 tuve la oportunidad de trabajar, en este caso cen rol de educador social en la asociación Trace. Fue mi primera incursión en un ámbito que desconocida, el del daño cerebral adquirido. Según la definición de la FEDACE :
El Daño Cerebral Adquirido (DCA) es el resultado de una lesión súbita en el cerebro que produce diversas secuelas de carácter físico, psíquico y sensorial. Estas secuelas desarrollan anomalías en la percepción sensorial, alteraciones cognitivas y alteraciones del plano emocional.
Antes había trabajado con personas que habían tenido ictus en el centro sociosanitario Sant Josep Oriol. Allí aprendí de la velocidad de cambios en cuanto a la estancia de los pacientes. Tenía unos 80 pacientes, de los cuáles debía encargarme de la historia clínica -al inicio analógica y luego por suerte digital-. Pero el seguimiento de los pacientes era desigual debido a la alta carga de trabajo. No había un trabajo sobre la identidad.
En el artículo de Christophe de Vareilles se habló de la respuesta de eficacia y de la respuesta de identidad. En Trace la respuesta es de identidad, se centra en la persona y no solo en la patología. Aunque muchas actividades se hacen en grupo, cada persona escoge las actividades que hará previo pacto con tutores. Además las actividades que se proponen no son entretenimiento, tienen un contenido y estructura que importa.
Cada persona tiene un tutor asignado con el que dialoga sobre su situación y planifica los objetivos a seguir. Siendo la máxima en Trace, que la persona haga todo lo que pueda por si mismo sin importar el tiempo que necesite en hacerlo.
En muchas instituciones, especialmente de ámbito geriátrico, aunque el/la terapeuta ocupacional (profesión que tengo en muy alta estima y respeto) determine que fulanito o menganita pueden ponerse la camisa solos, el personal auxiliar geriátrico, debido a prisas de la institución formales (deben levantarse a una hora, desayunar a otra, hacer las camas, cambiar pañales, etc.) no permiten que la persona haga lo que pueda hacer. De hecho vuelven dependiente a una persona restándole de forma directa autonomía.
Pondré un ejemplo, aunque es mucho más práctico verlo. Recuerdo a Victoria (logopeda y especialista en daño cerebral de TRACE) en el taller de juegos teatrales me comentó sobre la importancia de respetar el ritmo de cada persona. Una de las personas, lo llamare H, venía de una residencia geriátrica dos o tres veces por semana para realizar actividades en TRACE. Allí pasaba cierto tiempo siendo poco estimulado. Se mostraba despierto durante la mayor parte de actividades y no solo eso, cuando debía opinar sobre por ejemplo la actividad de juegos teatrales, y tardaba cinco minutos en articular palabra, ese tiempo era respetado. Nadie intervenía hasta que opinará ¿Porque? Porque era su tiempo y el tiempo necesario para que pudiera decir o bien con sonido o bien con la mirada o bien con algún gesto con las manos. En cualquier residencia geriátrica hubiera sido apartado, en Trace esta incluido porque su opinión no solo es válida, si no necesaria. Aunque su opinión sea un carraspeo, o el movimiento de un dedo de su mano. Para que esto suceda es necesario que todas las personas que conforman el taller de juegos teatrales respeten el tiempo de cada persona. No se adelanten en su opinión, no comiencen con la murga de «tarda mucho» y el/la tallerista esté atento y pueda tolerar esos tiempo de aparente silencio.
Cuando H. comenzó en Trace, aparentemente no interactuaba, aparentemente no hablaba, aparentemente no se comunicaba. ¿Es acaso la asociación Trace mágica? Ni mucho menos, si damos el tiempo, y entendemos el tiempo, como particular y subjetivo, y sostenemos la demanda, y queremos escuchar la respuesta o el diálogo con una persona, la prisa puede taponar algo que puede emerger.
SEGUNDA PARTE OBRA DE TEATRO
En esta segunda parte me centraré en el taller de juegos teatrales. Por suerte o por desgracia Victoria tenía muchísimo trabajo y tuvo que delegarme su taller de juegos teatrales. Con la consigna de generar una pequeña obra que luego fuera presentada el día del Daño cerebral adquirido (aquí tenéis un enlace).
Aunque he realizado teatro, clown e improvisaciones, no es mi lenguaje por excelencia. Así que tuve que respirar y los primeros pensamientos que se agolparon en mi mente fueron «yo no puedo, no tengo ni idea, no sé hacerlo, ¿Cómo voy a hacerlo? «
Pensé rápidamente en las personas que me introdujeron en el mundo de la expresión teatral. He realizado formación inicial de clown con Alain Vigneau un módulo específico dentro del master de arteterapia. También he recibido formación de expresión dramática con Rosa Mateu Pena (actriz, profesora de teatro entre otras cosas y maravillosa en su pedagogía de enseñanza). Cuando hay que hacer improvisaciones me lanzo, me suelto y suelo perder la vergüenza, al igual que con los performances, pero con todo y con eso no es mi lenguaje habitual y no dispongo de dominio técnico suficiente.
Así que casi casi partía de la nada y de la referencia de una representación teatral el año anterior, con texto y personajes escritos por ellos que había sido un éxito. Por eso cuando me invitaron a realizar, dentro de la actividad de Trace de juegos teatrales, una obra pensé ¡Yo no puedo!
Pensé que debía prepararme de la misma manera que acompaño en arteterapia, pero sin el componente terapéutico. Así que a partir de la excusa de un taller de máscaras les propuse sacar personajes, dotarlos de un nombre, colores y una experiencia. Pero a diferencia del texto dramático del anterior año, pensé que quizá una especie de performance se podía ajustar más a la situación.
Aunque pueda parecer unilateral, la estructura fue transformándose a partir de las propuestas de cada persona y de Ana (integradora social y trabajadora de TRACE) que me ayudó en todo momento.
Dejé que a partir de las improvisaciones fueran construyendo una corografía y dividimos esa coreografía en cuatro tiempos, como si fueran cuatro imágenes en movimiento. Me interesaba muchísimo la idea de «existencia», de «presencia», de «mirada» y de movimiento particular que tanto se trabaja en danza libre y danza creativa. Pero me surgían dudas sobre ¿Cómo trasladar la experiencia de mi contacto con ellos y presentarla a un público ya sensibilizado con el DCA sin que quedara en un cliché o un estereotipo ?
Era una posición complicada, como dirigir sin dirigir, ya que la construcción debía ser conjunta y no yo el que tomara todas las decisiones. Había cuestiones prácticas, como por ejemplo, personas que requerían de silla de ruedas, otras de muletas, otras con una movilidad reducida y cada persona con una situación psicoemocional diferente que debía contemplarse y que de hecho requería de cambios constantes en la estructura. Había que ajustarse la obra a la movilidad, entonces debíamos concretar quién aparecía en la primera, segunda escena, tercera y cuarta en función de los movimientos. ¿Quién necesitaba un apoyo de un educador , voluntario u otro compañero para entrar o salir de la escena? ¿Quién podía sostener la máscara con la mano y quién no? ¿Quién podía sostener de pie la telas con los mensajes de distinto tipo y quién debía hacerlo con el brazo izquierdo y sentado?
Porque esas lógicas concretas, corporales, gestuales, se imbricaban en la obra y la cambiaban. No eran males ajenos, si no cuestiones intrínsecas en la misma que se detectaban durantelos ensayos.
Ni que decir que estaba nervioso. No me suele gustar hacer presentaciones en público porque a veces siento que se añade una tensión nerviosa a las personas que acuden al taller innecesaria (por supuesto esa tensión nerviosa también la vivo yo). Pero la demanda era institucional y aunque hubiese podido decir que no, una vez hablada con el grupo se determinó que, solo participarían aquellas personas que quisieran hacerlo.
El día de la presentación hubo cambios, errores, el sonido no funcionaba, equivocaciones, todo lo que suele suceder en el momento presente. Pero lo viví como un triunfo. Hablé con todos ellos y se sintieron cómodos, nerviosos, perdidos y pero aquello tenía un sentido para ellos más allá de la representación pública. Agradecí a Ana, compañera incansable de juegos teatrales, todo su apoyo en todo el proceso y de nuevo a ellos por su generosidad y la asunción de un riesgo compartido por salir de la zona de confort.
Muchos familiares nos felicitaban, porque era una obra muy poética. Sentí que a veces, mostrar, cuando no es está dentro de un marco terapéutico y se pacta desde el inicio, puede ser interesante y permite que las personas aborden el contacto con el otro o los otros, desde una postura que va más allá del miedo al juicio. Si se trabaja desde la presencia, ese temor se suele suavizar, porque la corporalidad de la persona está bien anclada en el suelo, y con esas raíces y una posición contundente puede resistir mejor los miedos.
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Todas las imágenes que aparecen en este artículo pertenecen a la Asociación Trace.