¿Es efectiva la Arteterapia?

Algunas personas me preguntan que es la arteterapia y rápidamente centran su interés en saber ¿Cómo es una sesión de arteterapia? Suelo intentar responder que la arteterapia se centra en la producción que realiza el paciente. Y rápidamente me preguntan ¿Qué tipo de pacientes sueles tener? ¿Qué puedes tratar? ¿Cómo tratas a una persona con depresión? Una ristra de preguntas, pertinentes, pero que me suelen desconcertar.

Luego me pongo en el lugar de aquel no sabe, y me acuerdo que cuando pregunto sobre un asunto que desconozco, suelo ametrallar con preguntas a la persona. Pero… ¿De verdad es posible conocer la arteterapia a partir de la narración de una sola persona? ¿Acaso es posible conocer cómo funciona una sesión de psicología a partir de la narración de una psicóloga? ¿Y de una cirujana?

Entonces, dentro de esa secuencia de preguntas más o menos estereotipadas aparece la gran cuestión; aquella que acredita o desacredita una profesión.

¿Es efectiva la arteterapia?

Y la lógica es la misma como que equiparar la arteterapia al hecho de dar una pastilla, que todo lo cura.

Pues puedo contestar con contundencia que la arteterapia no es efectiva.

No en los términos en que se formula la pregunta. No es efectiva porque no busca efectividad, ni generalización, ni busca (en algunas líneas teóricas y metodológicas) explicar a todo el ser humano a partir de un solo caso, 50 grandes casos o 1500. Precisamente, desde esa posición de rebeldía que va en contradirección a la «verdad hegemónica» de lo que llaman «la ciencia» (yo prefiero llamarlo «las ciencias») es desde la que he acogido (o me ha escogido) esta propuesta de acompañamiento simbólico.

Porque creo muy interesante reivindicar el caso particular, la investigación narrativa, aquella investigación que permite hacer presente que detrás de cada arteterapeuta hay una persona, un contexto, una biografía, unos anhelos, que si no se explicitan están minusvalorando lo que nos hace humanos. Precisamente para evitar lo que Robert Whitaker explicita muy bien en el artículo recogido por el periódico El País:

La historia falsa en EE UU y en parte del mundo desarrollado es que la causa de la esquizofrenia y la depresión es biológica. Se dijo que se debían a desequilibrios químicos en el cerebro; en la esquizofrenia, por exceso de dopamina; en la depresión, por falta de serotonina. Y nos dijeron que teníamos fármacos que resolvían el problema como lo hace la insulina con los diabéticos

Pero, entonces ¿Para qué necesitamos arteterapia si tenemos fármacos? Si queremos que se reconozca la arteterapia ¿Debe esta presentar datos cuantitativos? ¿Debe buscar generalidades? ¿Debe asimilarse a la tendencia general? Yo creo que no, que no me interesa formar parte de una maquinaria que homogeneiza y que denomina esquizofrénicos, paranoides, toxicómanos, anoréxicos o disminuidas. No me interesa una corriente que cosifica y elimina el derecho a la diferencia, a la incongruencia, a la fealdad, a lo abyecto, a lo innombrable, bajo una especie de paraguas de salvación, donde la verdad solo le pertenece al terapeuta, al psiquiatra, al psicólogo, al educador social, al trabajador social, a la profesora, a la médico…

¿Y cómo podemos nombrar e investigar desde arteterapia? ¿Qué caminos posibilitan la investigación? ¿Desde qué techo? En mi caso, y gracias a los profesores y profesoras,  Fernando Hernández, a Rachel Fendler, José María Barragán, Aida Sánchez de Serdio, Judit Vidiella, Fernando Herráiz, (y más profesores que me dejo por el camino). Profesores que tuve en el master de artes visuales y educación y que me mostraron muchas posibilidades de investigación, valoradas, cualitativas e interesantes y que tenían congruencia con mi manera de pensar.

La fabulosa investigación narrativa tiene elementos que nos pueden ayudar a presentar y cuestionar desde otro lugar:

  • Se parte de un fenómeno social. No se da nada por sentado
  • Ignorancia consciente: No se trata de confirmar lo que se presupone de un contexto, si no comprender como cada persona actúa, de tal manera que la sorpresa no es confirmar lo que se presupone, si no dejarse atrapar por las experiencias de lo que sucede.
  • Es dialógica: Va del yo al tu/vosotros y vuelta a empezar. El otro, en la investigación te toca, te increpa, te cambia y le cambias.
  • Siempre hay conflicto en la investigación: ¿Qué me sucede en ese contexto que desconozco? ¿Cómo me siento? ¿Esto me hace sentir cómodo?
  • La narración es desde la primera persona. Pasamos del impersonal (ficticio) «Se hizo el tratamiento a Pablo y este respondió bien» al «Le propuse realizar el tratamiento a Pablo, no sabía cómo iba a responder, me dio la sensación que su respuesta fue buena, según me comentó en la entrevista se sentía cómodo, además tengo dudas sobre mi posición y si actué bien solicitándole que me hablase de aquel momento que parecía duro para él».
La persona que se coloca en el rol de investigar debe:
  • contar quién es
  • Qué le llevo a aquel lugar
  • Como se sintió
  • Cómo dialogó para establecer los términos de la negociación
  • Mostrar pruebas de su negociación (audio, entrevistas, fotografías)
  • Facilitar todos los audios, entrevistas, fotografías realizados de la persona/personas para que ellos escojan,  si quieren que esté incluido en la investigación, quieren cambiar algo, etc. No es una posición de poder, es una posición dialógica, donde el investigador NO TIENE DERECHO a mostrar aquello que no quiera alguien que sea mostrado.
  • No hay un solo autor,  de hecho se puede y debe dialogar sobre la autoría, porque no hay una sola voz en el relato, si no que son múltiples relatos afectados unos por otros.
Para Fernando Barragán (2014, reproducción escrita propia dentro del master de Artes visuales y educación) :

La investigación narrativa nunca intenta ser prescriptiva. Por definición no intenta decir que es lo adecuado o lo inadecuado. No se habla de investigación narrativa de hipótesis. Las hipótesis son marcos interpretativos. No se pretende, en la investigación narrativa (ni en la cualitativa) una explicación general que explique todos los casos. Pero sí que explique un caso. Comprender un caso nos ayuda a comprender otros, no a explicar la generalidad de los casos.

Por todo ello, creo que debemos reivindicar un saber de lo subjetivo, lo particular y lo contextual que permita que la arteterapeuta figure como sujeto y pueda dar cuenta de sus propios deseos, miedos, y circunstancias, sin tener que figura en esa fastidiosa persona impersonal «se hizo aquello, se hizo lo otro, la respuesta fue aquella o la otra» para pasar a desvelar, lo humano, la incertidumbre, el miedo, las dudas, el malestar, mi posición de partida y mis cambios a lo largo de todo el proceso.

Aprovecho para dejaros algunos textos sobre investigación narrativa. Sus principales autores son Connely & Clandinin.

Texto 1

Texto 1

Texto 3

Wikipedia

Entrevista a Jean Claninin