Recuperando el álbum de fotos

De pequeño, mi madre sacaba los álbumes de fotos y me explicaba parte de su vida a partir de ellos. No solo había esa explicación, si no que también podía ver el cambio en el diseño y formato de las fotografías: tonos sepia, blanco y negro y color. En la parte interior había fechas apuntadas y nombres de los eventos.

Cada cierto tiempo, la nostalgia de mi madre la llevaba allí.  Su boda, viajes, mis hermanos, primos… Y cerca, en una caja marrón de tapa semitransparente había un paquete de diapositivas que se consultaban menos ya que requerían de proyector. Había una lupa cuadrada con una pequeña luz para aumentar la imagen.

Conforme iba creciendo cuando iba de viaje, llevaba los carretes para rebelar y después fabricaba sus álbumes.  Parece que el álbum de fotografías era un ser privilegiado de la familia y una manera de explicar la historia familiar.

De hecho, el álbum devino paulatinamente un repositorio de sonrisas en el que no había cabida para el conflicto ni la tragedia: sólo era admisible tener momentos dichosos a fin y efecto de preservar el mito de un clan armónico.

Tal como comenta Jaume Fuster, la disposición de cada sujeto en las imágenes era determinada. Con respecto a la sonrisa y la felicidad, con Susana Rangel trabajamos la investigación con los niños desde las pedagogías visuales y culturales (integrado dentro del master de educación y artes visuales ).

Nos propuso traer fotografías en las que apareciéramos de pequeñas. Todas las alumnas trajimos fotografías de distintas épocas. Normalmente aparecían escenas de personas sonrientes. Susana nos preguntó a cada una: ¿Te sentías feliz de pequeña? Todas contestábamos que sí sin reflexionar, porque así tenía que ser:

Infancia=Inocencia=Felicidad

Pero si ahondabas un poco más, si respirabas, era la nostalgia de ese momento la que emergía y no tanto la felicidad sentida. Porque para muchas personas, si rascabas, no existía esa pretendida felicidad, era una felicidad de simulacro. Así que resultaba que la infancia no estaba tan emparentada con la felicidad y la inocencia como el contrato social impone.

Fotografía=Felicidad

De hecho, si la fotografía no es felicidad es porque también ha sido agredida. O bien rompiendo la fotografía, o eliminando aquellas personas que ya no son amigas, han abandonado a sus hijos, te han hecho daño, etc.  Joan Fontcuberta, habla sobre aquellas fotografías en las cuáles se elimina a una persona, o bien por una separación, un duelo, etc. y la persona no renuncia a la figura en abstracto del esposo y padre, a su fantasía de familia completa, simplemente expulsa al traidor, elimina la disonancia que perturba arrancándolo o borrándolo.

Los álbumes de fotografías, son la eliminación de una disonancia, del fuera de cámara, es la congelación de momentos que simulan perfección o felicidad. En este momento, gracias a las redes sociales, la disonancia no solo se elimina sobre una fotografía impresa, es que directamente se retoca en el dispositivo todo en uno utilizando el filtro beauty face, penalizando cualquier emoción que no sea positiva, evitando las arrugas, grietas de la piel, los paisajes abyectos, megaproduciendo los lugares haciendo 50 fotografías y escogiendo la mejor, posando para buscar la equiparación con los medios publicitarios.

Fotografía=Éxito=Poder

Este resquebrajamiento en los álbumes, se sustenta en la desaparición del soporte físico (mítico carrete de fotos) y simboliza el declive actual del álbum familiar empieza a explicarse por la propia crisis de la organización familiar en las sociedades postindustriales y la eclosión de sistemas de convivencia que desafían el concepto clásico de parentalidad. ¿Cómo seguir documentando algo que se desvanece?

Ahora nos conformamos con acumular en exceso la virtualidad. De ahí que las propuestas de la postfotografía no sean los álbumes si no crear estructuras o lógicas de parentesco entre las imágenes. La fotógrafa se convierte en una narradora y organizadora de estructuras y ella es la encargada de proponer una suerte de significados.

De hecho se puede consultar en este artículo el decálogo de la postfotografía.

  1. Sobre el papel del artista: ya no se trata de producir «obras» sino de prescribir sentidos.
  2. Sobre la actuación del artista: el artista se confunde con el curador, con el coleccionista, con el docente, con el historiador del arte, con el teórico… (cualquier faceta en el arte es camaleónicamente autoral).
  3. En la responsabilidad del artista: se impone una ecología de lo visual que penalizará la saturación y alentará el reciclaje.
  4. En la función de las imágenes: prevalece la circulación y gestión de la imagen sobre el contenido de la imagen.
  5. En la filosofía del arte: se deslegitiman los discursos de originalidad y se normalizan las prácticas apropiacionistas.
  6. En la dialéctica del sujeto: el autor se camufla o está en las nubes (para reformular los modelos de autoría: co-autoría, creación colaborativa, interactividad, anonimatos estratégicos y obras huérfanas).
  7. En la dialéctica de lo social: superación de las tensiones entre lo privado y lo público.
  8. En el horizonte del arte: se dará más juego a los aspectos lúdicos en detrimento de un arte hegemónico que ha hecho de la anhedonia (lo solemne + lo aburrido) su bandera.
  9. En la experiencia del arte: se privilegian prácticas de creación que nos habituarán a la desposesión: compartir es mejor que poseer.
  10. En la política del arte: no rendirse al glamour y al consumo para inscribirse en la acción de agitar conciencias.

Ubicándonos en este lugar de organización de lo imposible, de la crianza de fotografías huérfanas que se depositan en discos duros en la nube como google fotos, Dropbox, OneDrive.

¿Dejaremos que las lógicas algorítmicas de una máquina nos sugieran álbumes digitales, momentos, creen vídeos «emotivos»?

o

¿O nos haremos cargo del destino de esas fotografías?

La primera opción es casi irremediable, pero de la segunda nos podemos hacer cargo, de generar otro tipo de fotografía, dónde seamos artífices de las narrativas, o definitivamente dejemos de hacer fotografías.

Bibliografía:

El texto en cursiva de todo el artículo pertenece a: Fontcuberta, Joan. La furia de las imágenes: notas sobre postfotografía (2016). Editorial Galaxia Gutemberg

El valor de la producción artística en arteterapia

Hablando con Nuria Banal, Oscar Galindo y María Navarro nos ocupó un espació de reflexión sobre qué aportaba nuestra formación «Arteterapia: las artes del cuerpo como camino de transformación» en relación a otras formaciones.

Primero reflexionamos sobre el hecho de que no es un master, pero tampoco es un curso vacío, tiene reconocimiento oficial. No prepara para ser arteterapeuta pero si prepara para acompañar procesos en los que haya en juego una producción artística y procesos de creación y simbolización.  Finalmente, siguiendo con la conversación, nos planteamos una pregunta:

¿Como acercar el concepto de producción artística a personas ajenas del ámbito de la arteterapia?

Sin ánimo de ofender a nadie, ni ser demasiado simplista, la producción vendría a ser ese objeto que se produce durante el acompañamiento de arteterapia, cuya importancia radica en la posibilidad de ser transformado.

¿Qué diferencia la propuesta de arteterapia Marabal en relación a otras formaciones?

La producción es rescatada, una y otra vez, durante el recorrido simbólico que teje cada una de las sesiones. El recorrido simbólico es ese hilo invisible pero afectivo, que guía el viaje y que permite que los viajeros, en este caso los alumnos y alumnas, experiencien la formación des de la subjetividad y cómo un evento significativo. (es muy interesante la noción de Denis Atkinson que la utiliza para referirse a eventos performativos).  Que serían aquellos momentos en los que la persona está completamente imbuida en la acción que está realizando.

Mientras otras formaciones realizan módulos separados (ya puede ser un módulo de escrituroterapia, otro módulo de danzaterapia, otro módulo de plasticoterapia), nuestro interés es que haya una verdadera interrelación de lenguajes y para ello es necesario que la producción artística esté presente a lo largo del proceso, y que haya un gran compromiso de los distintos profesores para acoger lo que se produjo en la última sesión formativa, y no solo mirar el programa pedagógico como individual de cada profesor. Para ello es necesario fijarse como meta:

  • Comunicación de los profesores antes, durante y después del cada sesión. (ya sea reunión informal, email, descripción o narración de lo sucedido, etc.).
  • Realización de cambios en el recorrido simbólico en función de la reacción de los alumnos y las alumnas, tanto sus reacciones emocionales, como en relación a las producciones que hayan realizado.
  • Centrar la mirada en la escucha. Estar presente y escuchar el grupo y los individuos, como seres que permiten que fluya el conocimiento y la subjetividad. Es un diálogo, pero también una conversación, a veces un monólogo, etc.
  • Un marco simbólico fuerte y claro basado en una ética de respeto y de tolerancia ante la incertidumbre y lo inesperado, la producción propia y la ajena. El «no juzgar la producción«.

Entedemos la formación como un todo, y no como partes aisladas y desarticuladas. No es el módulo de teatroterapia solo de Oscar, o el módulo de danzaterapia solo de Nuria Banal, si no que al hablar de una formación que interrelaciona lenguajes, hay huellas que transitan de una sesión a otra.

Para que la formación funcione como un todo es necesaria que la mirada esté centrada en la producción, al igual que sucede en un acompañamiento terapéutico en arteterapia.

Pondré un ejemplo que pueda clarificarlo. Puedes comenzar una formación realizando como propuesta la creación de un paisaje, por ejemplo, a partir de ese paisaje para otra sesión escoger un fragmento del mismo y ampliarlo mediante danza, y a partir de esa ampliación danzada crear un personaje. En esta simple secuencia, se ha seguido el hilo de la producción de una sesión a otra, dando sensación de continuidad. Pero ese mismo hilo lo han ido recogiendo cada uno de los profesores. Es decir, puede haber hecho la propuesta de creación del paisaje Nuria Banal, pero la idea de escoger un fragmento haya sido propuesta por María Navarro, para luego realizar una ampliación danzada por parte de Oscar Galindo y finalmente la creación danzara por parte de Mario Robles. Estos cambios obedecen a una estructura, pero también a una escucha constante del grupo para ir adaptándose a las inclemencias personales de los alumnos y finalmente del grupo.

En algunas formaciones de carácter modular, puede venir un profesor o profesora y por ejemplo iniciar la creación de un paisaje y cerrar esa creación cuando el módulo finaliza. Iniciando otra secuencia distinta el siguiente profesor. Esto da sensación de discontinuidad, aunque en general una parte muy interesante y fundamental de las formaciones son esas diferencias de acercamiento al objeto de estudio de cada profesor y profesora, fruto de su experiencia y su subjetividad.

Nosotros nos aseguramos que la producción sea un eje en la secuencia, y que siempre se puedan rescatar producciones para hilar el recorrido simbólico, que como ya se puede preveer en nuestro caso es anual. Por lo tanto hay que realizar reuniones periódicas para ir adaptando la formación, no a nuestro objetivo como docentes de manera individualizada, si no al proyecto global, en este caso experimentar un recorrido simbólico a partir de propuestas conectadas para que se produzca un proceso de transformación en el alumno y por lo tanto pueda hacer una integración del proceso formativo.

Iniciamos nuestro tercer año de formación  el 14 de noviembre. Todavía quedan plazas y estaremos encantados de tenerte con nosotros.

Si estás interesado en conocer más la formación puedes escribir a marabal@marabal.org o puedes pasarte por la web de Marabal.