Quietud

 

Hay películas que tienen alma, y esa alma desnuda se hace sentir. Y a partir de ese toque, uno puede conectar con culturas lejanas y diferenciadas como son la japonesa. Una pastelería en tokyo (An) teje un puente que conecta con el ser humano en su fragilidad.

Naomi Kawase (la directora del film) ha sabido comprender y transmitir el poder de lo simbólico, lo poético  y la marginación social de una manera muy respetuosa y sosegada.

No quiero desvelar demasiado de la película, pero si decir que me ha rozado el alma y ese roce me recuerda la importancia del acompañamiento, la gran inmensa soledad que sentimos las personas en determinados momentos de nuestras vidas y la necesidad de ilusionarnos con proyectos, que a ojos de los demás puedan ser pequeños. 

¿Que me gustaría rescatar de esta película? 

La soledad, la búsqueda de la coherencia y la autenticidad, la asunción del riesgo, la salida de la zona de confort, la aceptación de la incomprensión social como motor de individuación y la construcción de sentido a partir de relaciones sociales que no parecen destinadas a suceder.

¿Como relaciono esta película con las terapias creativas?

Muchas veces, en el camino de búsqueda de uno mismo, la perdida es lo único que se mantiene constante. La sensación de estar perdido en mitad de un mar de estímulos, de historias biográficas, de relaciones conflictivas… A partir de esa perdida se hace necesaria la construcción de hilos, puentes y proyectos artísticos, laborales o formativos que vayan a intentar tejer puentes que subsanen los vacíos o reparaciones más o menos acertadas para vivir(sobrevivir) mejor y con mayor calidad de vida.

¿De que manera se teje en Arteterapia?

A partir de propuestas artísticas, como Tokue (una de las protagonistas de la película), que vela por conseguir una ilusión, trabajar en una pastelería con 73 años, cuestión que no solo la dignifica si no que también la hace sentir viva y útil.

Desde la arteterapia se apela al paciente para que pueda conectar con lo que anhela y transformarlo en un objeto, un relato, una historia, una danza, una música… (en la película el objeto sería la poética de la creación del dorayaki , un típico postre japonés, mimando la creación de su crema interior, el anko). A partir del objeto y de la relación y cocreación con el arteterapeuta se  gana consciencia,  presencia, autenticidad, honestidad con quién se es, ya sea lo bueno,  lo malo, lo regular, la sombra y lo luminoso de cada uno. Integrando lo desintegrado. En el film el proceso de cocreación y de trasvase de saberes se realiza entre Tokue y su jefe, uno especializado en hacer dorayakis y la otra en la crema de su relleno anko.

En la película se señala la importancia del paso del tiempo,  con ese compromiso adquirido por el paciente y el arteterapeuta en la asistencia continuada a las sesiones se señala la importancia del proceso, al fin y al cabo la importancia de su momento vital y reconocimiento de ese momento único que decide para si mismo la persona.

También se resalta, la quietud, como elemento primordial de la vida, el espacio de observación de lo cotidiano como extraordinario.

El espacio arteterapéutico pretende suspender la realidad externa, en ese momento el paciente esta para si mismo, evitando interrupciones externas para que pueda mostrar lo mas genuino de si, sorprenderse y encontrar nuevas maneras de relacionarse consigo mismo y por ende con los demás.

Como en la vida, el destino de los personajes es complejo, pero si hay algo interesante es que existe la huella que se dejan unos a otros, esa huella que va más allá del tiempo. Esa huella de la memoria de haber coincidido con alguien y haberse dejado tocar, aún sin haber querido por su persona. Haber sido cambiado por ese toque.